UNA HISTORIA EJEMPLIFICANTE

EL LEPROSO LIMPIADO
(Mateo 8:1–4)
1. Su desgracia: la lepra era una enfermedad dolorosa, consumidora, repugnante, fatal. Su víctima vivía sin esperanza, apartada de la gente sana (Lv. 13:45, 46). El pecado tiene las mismas características (Is. 1:6), y apartará para siempre al pecador de los salvos (Is. 59:2, Mt. 22:13; Ap. 21:27).
2. Su decisión: vino a Jesús. Sabía que en ningún otro había esperanza de salud. El que desea salvación debe tomar esta decisión (Hch. 4:12).
3. Su denuedo: corría peligro de ser apedreado por acercarse, en contravención de la ley, a las gentes que seguían a Jesús. Su necesidad le dio coraje. El que realmente siente su necesidad de salvación acudirá a Cristo, cueste lo que costare.
4. Su duda: «Si quisieres puedes limpiarme» (v. 2). No dudó del poder de Jesús, pero desconfió de su querer. Así piensan los que recurren a mediadores; dudan de la buena voluntad del Salvador, a pesar de su repetida invitación: «Venid» (Mt. 11:28; Jn. 6:37).
5. Su dicha: sintió el toque de una mano cariñosa (ninguna otra le habría tocado), oyó la palabra de amor y poder: «Quiero sé limpio». ¡Mayor felicidad goza el pecador perdonado y limpiado! (Sal. 32:1; Sal. 103:3; 1 Jn. 1:7–9).
6. Su deber: debía dar testimonio a los sacerdotes incrédulos de la potencia divina de Jesús (v. 4). Todo pecador salvado tiene la obligación de testificar a los incrédulos.

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