Aprendiendo de la Palabra de Dios
EL
LEPROSO LIMPIADO
Mateo 8:1
Jesús
sana a un leproso
Cuando
descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente.
Mat 8:2 Y he aquí vino un leproso y se postró ante
él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
Mat 8:3 Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció.
Mat 8:4 Entonces Jesús le dijo: Mira, no lo digas a nadie; sino vé, muéstrate al sacerdote, y
presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para testimonio a ellos.
INTRODUCCIÓN:
Jesús toca al leproso. Sabemos por la legislación divina que trae el
Antiguo Testamento, que los leprosos eran considerados inmundos: eran
intocables en el sentido más puro de la palabra. La lepra, según los cánones
hebreos, constituía una señal clara de la maldición divina. El afectado debía
vivir solo, apartado de toda compañía humana, indicando con vestimentas
rasgadas y pelo despeinado su extrema angustia. Debía taparse la boca no sea
que su aliento contamine, y debía proclamar ¡Inmundo, inmundo!
Y Jesús… ¡le toca! Le toca antes de sanarle. Le
toca como muestra de solidaridad humana en su desdicha. Jesús rompe el
aislamiento del leproso y lo vuelve a admitir a la sociedad humana.
Veamos la condición del leproso:
1. SU DESGRACIA: la lepra era una
enfermedad dolorosa, consumidora, repugnante, fatal. Su víctima vivía sin
esperanza, apartada de la gente sana (Lev 13:45-46). El pecado tiene las mismas
características (Isaías 1.6) y apartara para siempre al pecador de los salvos
(Isaias 59.2, Mat. 22.13, Apoc. 21.27)
2. SU DECISION: Vino a Jesús. Sabía que en ningún otro había esperanza de
salud. El que desea salvación debe tomar esta decisión (Hechos 4.12).
3. SU DENUEDO: Corría el peligro de ser
apedreado por acercarse, en contravención de la Ley, a las gentes que seguían a
Jesús. Su necesidad le dio coraje, valentía. El
que realmente siente su necesidad de un milagro acudirá a Cristo, cueste lo que
le cueste.
4. SU DUDA: “Si quieres puedes limpiarme”
(V2). No dudo del poder de Jesús, pero desconfió de su querer. Así piensan los
que recurren a mediadores: dudan de la buena voluntad del Salvador, a pesar de
su repetida invitación: “Venid” (Mat. 11.28 y Juan 6.37).
5. SU DICHA: Sintió el toque de una mano
cariñosa (ninguna otra le había tocado), oyó la palabra de amor y poder:
“Quiero, se limpio”.
6. SU DEBER: debía dar testimonio a los
sacerdotes incrédulos de la potencia divina de Jesús (V4). Hoy después de tu
milagro ve y testifica a los incrédulos del poder de Jesús.
CONCLUSION: Jesús
ha descendido y está en medio de esta multitud, no mires tu situación de
desgracia, aflicción o tormento, toma la decisión y se valiente ven a Él. No
dudes de su poder y siente la dicha de un milagro en este momento. No te
olvides de testificar de lo que Cristo ha hecho en ti.
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